Por Lourdes Rodríguez Salcedo
Existen pocas oportunidades de apreciar buen cine documental mexicano y honesto, así que hay que aprovechar que a partir de ahora llega a la cartelera nacional :“Cosas que no hacemos” de Bruno Santamaría Razo, que retrata la existencia con todos sus matices desde los mas felices y fáciles hasta los mas oscuros y complicados de un adolescente costeño.
El documental nos lleva a Roblito en Nayarit para capturar los procesos de crecimiento y la búsqueda de identidad en una comunidad rural ,pero en el camino nos encontramos con la realidad de un México violento. Vemos un Santa Claus moderno repartiendo regalos desde un modesto aeroplano sobrevolando el pueblo, mostrándonos la existencia de una comunidad tranquila, donde la tragedia no interrumpe el día a día. Comenzando por retratar la vida cotidiana de Arturo un joven gay apodado Noño, quien se encarga de cuidar a los niños del pueblo, donde somos testigos de ese mundo infantil, lleno de ensoñaciones, juegos, dulces ,esperanza que en algún momento perderán conforme crezcan y entran a la adultez. Los pequeños protagonistas asisten a clases, reciben sorpresas aéreas, visten con playeras de Disney o “Minions”, cuentan sobre su alegría sin reparar en la dura realidad, misma con la que se topará “Arturo” en su intento de hallar la libertad y cuyo sueño del joven es vestirse como mujer para establecer su paso de la niñez a la adultez. Mientras juega con los niños, ayuda a su familia y utiliza sus momentos a solas para reflexionar sobre su identidad. Sin embargo, no le será sencillo, máxime que su comunidad es parte de una zona violenta, donde el machismo y la misoginia están siempre presentes, sin embargo, no le será sencillo, máxime que su comunidad es parte de una zona pobre, tradicionalista, violenta, donde el machismo y la misoginia están siempre presente.
COSAS QUE NO HACEMOS es un grandioso, sencillo y profundo documental sobre la inocencia interrumpida de la niñez con sus risas, juegos y la imaginación, pero también el reflejo de la violencia forzada que muestra con toda naturalidad los tiroteos y la sangre como si fuera algo normal y cotidiano en un pueblo mexicano. Donde la silenciosa búsqueda de identidad rebota con las inseguridades de una cultura. Destacando la sublime fotografía, los escenarios rurales y el color intenso que despiertan un dejo de nostalgia e impotencia, ante el futuro que les depara a estos pequeños, quienes ahora gozan su inocencia. Una urgente denuncia y reflexión que hay que atender. Imperdible.