Ante los infortunios y los desastres,
lo mismo los naturales que los históricos,
los hombres han respondido
siempre con actos y con obras…
Octavio Paz.
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Estimado lector, gracias. Los días pasados han estado cargados de mucha información referente al presidente López Obrador y su 4T, pero ya no sorprende pues tienen días malos y otros que son peores, aunque la estrategia es como en los mejores tiempos del PRI, repetir una y otra vez que las cosas van bien, que el país tiene rumbo, que los culpables de todos los males nacionales son los del pasado y se cierra los ojos ante las crisis que vivimos, la sanitaria, económica, seguridad, migratoria, la falta de empleo y lo que se les acumule en la semana.
Así llegamos al aniversario número 36 del terremoto de 1985 y han pasado cuatro años de la fuerte sacudida del 2017, un par de las peores tragedias del país que dejaron heridas que no cierran, y que cobraron la vida de 3 mil 192 personas en el 85 y 370 fallecidos en el 17, además de daños materiales, pero es ahí, en la tragedia, cuando la sociedad mexicana ha sacado lo mejor que tiene, el espíritu empático que detonó la solidaridad de la sociedad, esa que no esperó la reacción de los gobernantes que se quedaron impávidos, que no reaccionaron ante el panorama dantesco, Miguel de la Madrid y Enrique Peña Nieto (guardando toda proporción) nos mostraron que México es mucho más que los políticos.
El sismo del 85 sirvió como referente y a partir de ahí se buscó construir una cultura de la prevención en desastres naturales, se intensificó la rigurosidad en los estudios de mecánica del suelo, se comenzó a realizar simulacros y en 1995 se inauguró el sistema de alertas sísmicas que fue pionero en el mundo para alertar a una ciudad, el Distrito Federal, así hemos caminado con movimientos telúricos,y como si fuera una broma macabra, el 19 de septiembre de 2017, se repitió la escena.
No hay duda que tenemos el peor gobierno en el peor momento, así lo demuestran los muertos de la pandemia por Covid-19 que suman 271 mil 303 y contando, para agudizar los problemas que ya venimos arrastrando, está el “austericidio” del Pejelagarto, en su afán de obtener recursos para sus programas clientelares ordenó a sus legisladores la extinción de 109 fideicomisos, según él porque eran un nido de corrupción, igual que con el Aeropuerto de Santa Lucía nunca presentó las pruebas, de un plumazo se deshicieron del Fondo de Desastres Naturales, creado como un programa dentro del Ramo 23 del Presupuesto de Egresos de la Federación del año 1996, quedando con capacidad operativa en 1999 cuando se emitieron sus primeras reglas.
Seguramente en las administraciones del PRI y del PAN se cometieron abusos con esos recursos, pero era mejor sanear ese fideicomiso que depender del humor presidencial o la relación con los gobernadores, eso bien se puede usar como castigo del presidente que no odia. ¿Quién califica que es o no una tragedia?
Ahí vamos con esas fechas para la reflexión y las cicatrices y hasta para el nacionalismo en los tiempos del culto al caudillo, la zalamería al personaje que asemejan a héroe independentista, al que le conviene la polarización como a los del pasado. Que miedo eso de los desastres naturales con un gobierno incapaz, como los de antes… pero mejor ahí la dejamos.
Entre Palabras
Y la fiesta (CELAC) no le salió como esperaba López. Mientras existan regímenes como el de Maduro, Díaz-Canel, Pedro Castillo y compañía que se asemejan a dictadores, no habrá Pejelagarto que los una.
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